Hace unos días culminó oficialmente mi octavo semestre. Octavo porque llevo ocho semestres en la universidad, sin embargo estaba cursando unas materias del séptimo y del noveno. Por lo tanto puedo decir que se acabó un semestre más sin saber exactamente cuál es.
Sea éste mi séptimo, octavo o noveno semestre puedo afirmar que es poco lo que me falta. Son 10 materias las que me quedan por ver, más el tiempo que le dedique al Trabajo Especial de Grado. Sacando cuentas me quedaría, como máximo, un año y medio de carrera. Ahora sí que veo la luz al final del túnel.
Recuerdo cuando estaba en mi último año de Colegio: miraba hacia atrás, veía lo que había recorrido y deseaba hacer que el tiempo pasara más lento; no quería que se acabara. Ahora pienso en el año y medio que me queda en la Universidad, miro hacia atrás y más bien quiero correr más rápido. Me cuesta decirlo pero siento que quiero escapar.
Veo hacia atrás y volteo la cabeza. La Universidad me ha golpeado en serio. Ha hecho que me transnoche, que me desvele, que me duerma en el autobús, que me enfade sin motivos... Por supuesto que han habido momentos buenos, por supuesto que hay amigos, compañeros, risas pero... ¡a qué precio! El precio de la presión, del stress, de los dolores de cabeza, de las injusticias...
Me guste o no, esa es la Universidad. Es lo que yo elegí y no me arrepiento después de todo. Espero que algún día los buenos recuerdos floten a mi alrededor y los malos momentos hayan quedado enterrados en alguna duna de mi memoria.
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